Voy a aprovechar una de esas noticias que se han hecho de rogar para estrenar una nueva etiqueta. Y es que, a pesar de los pesares, ya podemos ir de Madrid a Barcelona en menos de 3 horas y sin que nos registren hasta los empastes en el aeropuerto.
Naturalmente, me estoy refiriendo a la reciente puesta en servicio del AVE, y la competencia real que le va a suponer al mismo trayecto en avión. No en tiempo, ya que si cronometramos tiempos el avión tardará siempre menos, sino en comodidad y cercanía. Comodidad evidente, y cercanía referida al hecho de salir de y llegar al centro de la ciudad, y no a las afueras -que es donde están los aeropuertos- con los problemas de transporte añadidos.
Ahora vendrán las contra ofertas, cuando el puente aéreo vea bajar la ocupación -no digo ni mucho menos que no lo vaya a utilizar nadie-, según se ha oído con aviones más pequeños y la filosofía de dos más y nos vamos. Porque, dicen, lo que hay ahora es a un puente aéreo lo que una mandarina a un balón de fútbol.
Y el caso es que no ha habido inauguración oficial por estar tan cerca de la campaña electoral, cuando por otros lados yo no veo más que inauguraciones de hospitales aunque ya estén en uso. Hay que ser pardillos.
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