miércoles, 14 de noviembre de 2007

65% de abandono de Linux

La estadística está todavía calentita. Supe de ella en primer lugar por el blog de Hector Montenegro, y después por El informático en el lado del mal.

INE octubre de 2007. En ella aparecen unos datos que dicen que de cada 100 encuestados, 90 no han usado Linux en su vida, 6 lo han usado pero ya no, 3 lo usan actualmente, y uno no sabe no contesta -siempre hay un borde-. Esto, sabiamente cocinado, arroja un bonito titular: el 65% de los usuarios que alguna vez ha usado Linux lo ha abandonado.

Hombre, si no te lo piensas mucho cuela. Pero si le das un par de vueltas a ese "lo han usado alguna vez, pero ya no", resulta que es una pregunta que desde mi punto de vista está mal planteada. Es como preguntar "si alguna vez [en tu vida] has ido en taxi al trabajo, pero ya no vas", y luego sacas la conclusión de que el 90% abandona la utilización de los taxis para ir al trabajo. Porque no es lo mismo haber utilizado tal cosa alguna vez, que haber sido usuario habitual de esa misma cosa.

Pero dejando las estadísticas y porcentajes a un lado, en el fondo esa conclusión no deja de tener cierta razón. Yo estoy dentro de ese porcentaje de abandono, sea el que sea. Y es que podremos pecar de vagos, pero llega un momento en el que quieres que las cosas te funcionen razonablemente bien y a la primera -todavía recuerdo esas instalaciones a manubrio de los drivers de nVidia en mi debian-, que sean visualmente agradables -parece que para la próxima versión Ubuntu va a cambiar ese color marrón quenodiréaquémerecuerda por otro mas acertado- y que te funcionen las cosas que quieres utilizar, por ejemplo los juegos -vale que en Linux hay un montón y gratis, pero es que hay gente que prefiere la última versión del CoD al PacMan-.

Claro que no faltan los sesudos razonamientos en defensa de Linux. Y es ahí es donde hoy me ha tocado la fibra, y me ha llevado a escribir este post. El siguiente comentario está sacado del blog de Miguel de Icaza, donde un cansado usuario del monopolio de Microsoft ha vencido las dificultades pasándose a Linux con todo el equipo. Y lo que me ha tenido un rato pensando en el asunto ha sido la conclusión del pavo:

Using Microsoft technology you have the advantage to use the best development environment (Visual Studio 2005), a fully supported database engine (SQL Server 2005) and the availability of many documentation and tutorial sites (first of all the MSDN). Using Mono you have the great opportunity to develop in C# on Linux.

Y se ha quedado tan ancho. Vamos, que en lugar de desarrollar en la mejor herramienta, con una buena base de datos, y con documentación y tutoriales para caer malo, el hombre tiene la satisfacción de haber dejado de lado todas esas ventajas para poder tirar código en C# bajo Linux.

Y es que ese es el problema que tiene, siempre desde mi punto de vista, la comunidad de Linux: Que mantiene actitudes propias de hooligans, defendiendo lo suyo por encima de todo, sea bueno o malo. Y están la mar de satisfechos con sus productos, pero así no se llega más que al 3% de utilización de Linux que decía la estadística.

Menos mal que también hay gente que se esfuerza en hacer algo mejor que Microsoft, y pueden ofrecer argumentos de más peso que "es que los de M$ son malísimos".

sábado, 3 de noviembre de 2007

Compañías Libres (paso a paso)

En esta entrada pretendo mostrar un "paso a paso" de las cuatro minis que he terminado esta semana. La intención es cumplir con una vieja idea... y porqué no decirlo, tocarle la moral a un amigo que pinta muchísimo mejor, hace mucho mejor las fotos y es diseñador gráfico, pero no pinta mucho, hace menos fotos, y en lugar de tener su página propia va colgando las virguerías que hace desperdigadas por los foros -un abrazo Iván, majete-.

Pero antes de entrar en materia, voy a explicar la filosofía seguida para pintarlos, así, a modo de descargo. Esta filosofía es la del "metro y medio", que no quiere decir otra cosa que cada una de estas miniaturas, una vez terminadas y en pleno fragor de la batalla, se van a ver a una media de un metro y medio de distancia, mezcladas con otras 19 miniaturas igual de anónimas, y a su vez mezcladas con otras 7 unidades del ejercito propio y otras tantas del contrario.

Por lo tanto, están realizadas pensando que un altísimo nivel de detalle, pintando hasta el blanco de los ojos e infinitas subidas de color es un esfuerzo inútil que no me serviría más que para avanzar todavía menos en la terminación de todo el ejército. Por no hablar que uno tiene sus limitaciones y las conoce.


Imprimación

Lo primero, como es normal, es la capa de imprimación. Yo imprimo con negro, que es el más cómodo ya que, cuando la cosa avanza, si me dejo algo sin pintar en ese hueco inalcanzable tampoco pasa nada ya que al ser negro da la sensación de sombra y no "canta".




Hay que reconocer que es la imprimación que utilizamos los más comodones y menos exigentes, ya que el resultado final es más oscuro, y que lo suyo -dicen los que saben- es imprimar en gris o blanco, que dan un resultado mucho más luminoso. Pues eso, pero yo me quedo con el negro.


Capa base: Piel y ropas

Después de tener la miniatura imprimada, toca dar los primeros brochazos. Primero hay que decidir qué color quiero que quede, y una vez tomada la decisión, pinto toda la zona con un color más oscuro que el definitivo. También pinto de un color más oscuro la piel.




En estas fotos se puede ver cómo para la piel he utilizado un tono cercano al marrón oscuro. Las ropas también tienen una tonalidad mucho más oscura que el definitivo, excepto allí donde utilizaré tintas -los azules- o negro -¿algo más oscuro que el negro?-.


Capa definitiva: Piel y ropas

Una vez han secado -como pinto de semana en semana eso no es problema-, toca el turno de pintar la piel y la mayoría de las ropas.




En las que el color va a ser el negro, como el chaleco del caballero del lobo blanco, o las botas del tipo del espadón, las dejo tal cual. Se puede ver cómo en un despiste me dejé las piernas del ballestero, que también son de color carne, pero no hay problema, luego las haremos.

También se puede ver cómo en algunos casos pinto el color base, y después le doy unas tintas. Esto lo dejo casi exclusivamente para aquellas ropas cuyo resultado final pretendo que sea de tipo cuero, o para los huecos de la ropa normal.


Detalles: Armas y arneses

Aunque parezca mentira, las ropas y la piel están prácticamente terminadas, a falta de las luces finales. Así que ahora me voy a dedicar a las armas y a los arneses -correas de cuero y cinchas-.




Los colores que empleo se ven fácilmente y no hay lugar a la sorpresa: marrón oscuro para los mangos de las armas y los arneses, marrón medio para la ballesta y metal para las armas.

Además, aprovechando que tengo los pinceles manchados de marrón oscuro le voy dando la primera mano a las piedras de la base.


Pelos y peana

Este paso, penúltimo en la secuencia, es de los más llamativos, ya que al pintar la peana se da mucha luminosidad al conjunto -parece que he hecho mas-.




Además, también pinto los colores base del pelo y la barba de las miniaturas a las que se les ve, que curiosamente de estas cuatro solo se le ve bien a una. Y no, no va a quedar rubio platino. Va a quedar pelirrojo. Palabrita.

Las piedras del suelo están pintadas sin demasiadas complicaciones, como todo lo demás. Sobre la capa de marrón quemado previa doy un pincel seco de marrón, y cuando seca otro pincel seco de marrón claro. Aquí también he corregido el despiste de las pantorrillas del ballestero.


Luces finales

Ya están pintados todos los colores básicos, así que sólo me queda terminar el pelo y dar las últimas luces. Esto es pintar una líneas de un color más claro, simulando que en la zona le está dando una luz y se ve el reflejo.




El tono del pelo lo saqué dando con rojo muy aguado, y como quedaba un naranja a lo Alaska, le apliqué otro lavado con marrón. Nada de tintas, ya que el acabado brillante que tienen no me gusta.

Realmente las diferencias no son abrumadoras, pero si se dejan notar y dan una sensación de pintado terminado; y así es porque ya no los tocaré mas... hasta que les ponga el cesped en la peana.


Agradecimientos

A Alicia, mi mujer, que me echó una mano en la elección del esquema de colores. Luego ya me encargué yo de cagarla y equivocarme -originalmente no había dos camisas amarillas, eso es despiste mío-. Y es que con tanta variedad de ropajes, sinceramente, a mi no me apetecía ni empezar a pintar por no tener que andar eligiéndolos.