La ciencia avanza que es una barbaridad, como dicen los de Gomaespuma. Constantemente se están descubriendo nuevos fármacos, nuevos lenguajes de programación o nuevas formas de hacer los callos con garbanzos.
Eso hace que quién más y quién menos necesite -necesitemos- una formación contínua, a riesgo de quedarnos obsoletos en menos tiempo del que se tarda en decirlo. Esto se puede ver como una ventaja -nuevas oportunidades de aprendizaje, nuevas soluciones, nuevos conocimientos- o como un inconveniente -oposición al cambio, falta de tiempo-.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando alguien en una posición o trabajo crítico deja de lado esta formación contínua? ¿Cómo se puede obligar a alguien a formarse, cuando vive feliz -e impune- en su ignorancia?
¿Qué hacer cuando tu médico de cabecera se salta todos los protocolos habidos y por haber, y dice que no te manda un estudio genético para ver si eres celíaco porque a) "ya eres muy mayor, y si no te ha salido antes ya no te sale" y b) "para qué te va a hacer un estudio, si aunque seas celíaca ya no vas a tener más hijos"?
No se trata de poner el foco sobre toda la profesión médica -no me atrevería-. Lo anterior es sólo esa anécdota, un dinosarurio -por antiguo- que destaca sobre el resto infinitamente mejor preparados que él. Y es que son muchísimos los profesionales que lo hacen muy bien -a ver qué voy a decir yo-, a pesar de los intentos de nuestros políticos de cargarselo todo en favor de sus cuatro amiguetes.
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2 comentarios:
Inútiles los hay en todas partes... y en todas las profesiones.
En fin, qué te voy a decir que tú no sepas.
Saludos "romanos".
Sip, lo que pasa es que algunos inútiles son más dañinos que otros. Pero efectivamente, haberlos haylos y a patadas. :-)
Un abrazo "alcarreño". :-D
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